El otoño de la libélula

-A mis compañeros de la clínica Avellaneda-


     Es otoño. Los días pasan como quien espera salir de una cárcel. La fábrica con su boca de humo y plomo cubriéndolo todo. A veces una ráfaga, el Sol, una ráfaga de hojas amarillas donde los más valientes aprovechan y desparraman sus sueños. El sonido de las piedras. El gusto de las hojas de un árbol antiguo.

     Una libélula curiosa observa todo. Se intoxica con el humo. También con el polen, que le llega como finas hojas de oro. La libélula se aleja despacito de la fábrica, escucha gritos, dientes rubios que la reclaman, pierde una patita sobre un alambre de púas. 

     La libélula se refugiará donde los pájaros guardan su nido. Y por la mañana, cuando el amanecer, cuando los dedos de Atenea pinten de rosa el cielo, la libélula despertará a los otros: gorriones, golondrinas, mariposas, grillitos, abejas y hormiguitas.






Fotografía: Man Ray