El mate (Made in Argentina)

 “voy jugando de acuerdo al dolor
fichando de más”
Los Redondos


Se estremece la yerba,  se mueve en un envión similar a un viento delgado. El mate de vidrio, cerrado en una funda gris. La bombilla de metal. El silencio habitado por la luz del sol, que cae movedizo sobre el suelo, haciendo que mi gato juegue con sus haces. Se dice que lo digno se hace durante el día. Se dice que lo vulgar es por la noche. Por la noche apresaron a Jesús. Se dicen tantas cosas. Frase gastada mientras la pandemia sigue su curso. Como un río desquiciado, que no sabe de rocas ni represas. La pandemia del Coronavirus no sabe de vacunas. Sí conoce barbijos, algunas máscaras de plástico. Falta de abrazos. De reuniones. Y tanto más. Que sí sabemos. Toda la humanidad.

Se mueve la yerba. Con la sutilidad de un arcoíris recién nacido. Tal vez es una ilusión visual, como cuando miro el mueble del comedor y siento que late. Dejo el mate sin mis manos. Atrás, termo y agua caliente. Corroboro la fecha de vencimiento de la yerba mate. No hay pistas de putrefacción ni sorpresa en el envase. Jamás escuché de un gusano en la yerba, pero es probable. Un gusano que tendrá miedo de mi soledad. Y compasión. Tal vez. 

No sé nada, pero algo había sobre que el objeto deslumbra y eso hace que olvides como fue hecho. Leí a Marx cuando trabaja en el Ministerio de Trabajo. En una comisión que terminó por delirarme. 

La música está fuerte, sin embargo, es imposible que su vibración impacte al mate. O en todo caso, Bob Marley lo impactará como un clonazepam natural. De esos que no generan dependencia o tolerancia o lo que sea que un químico añejo ideó. Un alquimista fundido en industrias de brazo criminal. Bajo el parlante un poco más. 

Mi oído se niega o se entorpece frente a escuchar algo. Mi vista sigue con su habilidad de advertir el movimiento dentro del mate. Debería tirar la yerba al tacho o tirarla en la mesa y flechar la intriga. Pero no lo hago. Quizá porque estoy viviendo el misterio como un acto de Magia. No de ilusionismo. Quizá porque un gusano puede ser más hipnótico que muchas personas. Quizá porque tengo miedo. 

Saco la bombilla de la yerba. Que su baile se asuma tempestuoso o frío por debilidad. Ahora parece un espiral. Un vórtice. Que no emite sonidos. Sino mis propias lágrimas. Son dos seres. Humanos. Uno del tamaño de una uña pulgar y el otro, meñique. El viejo gordo y su reloj gordo. Y el nene. El nene cosechando yerba mate.