No soy un robot

No soy un robot. Dice la pantalla. Tengo que apretar en un cuadrado pequeño para que una tilde verde aparezca. Y otra vez las imágenes a elegir: vehículos, puentes, rutas, señales de tránsito. A veces es una secuencia, a veces son varias. Luego hay una suerte de rectángulo verde donde se lee Claim Faucet, eso significa que el casino virtual te da fichas gratis. Depende el nivel, la cantidad de fichas. Nivel 27: muchas fichas. Mi nivel es 1. Por lo tanto, recibo aproximadamente 150 fichas por cada vez que hago este proceso. 

Hay cinco juegos. Probé los cinco. Pruebo los cinco. Y otra vez: No soy un robot. El mismo mecanismo de siempre. A veces me pregunto si hacer lo mismo, tantas veces, tantos días, si mis dedos desparramados en las teclas de la pc no estarán enfriándose, endureciéndose. No lo sé. Lo único que sé es que no puedo parar. Tal vez gane con la ruleta, con los tragamonedas, con los dados. Algunos ganan. No pierdo la esperanza. No pierdo la constancia. Semana tras semana. Mes tras mes. No soy un robot. 


Ahora mis manos tienen una percepción diferente, como si no sintiera lo que toco. A veces tiemblo demasiado. Pero persisto. No soy un robot. En el espejo mis gestos son diferentes, como si hubiesen desaparecido. Recibo el afuera de una manera peculiar, como si nada pudiese entrar en mí. Mi curiosidad no es la misma. Ya nada me asombra. 


No soy un robot. Cuesta caminar, mis piernas están frías. No tengo apetito. Sin embargo, aún tengo la energía para sentarme en la computadora, marcar el pequeño cuadrado, el rectángulo y obtener mis fichas. 


Mi pelo cae, sin ninguna explicación. Mi corazón late despacio, sin ninguna perspectiva médica. Es raro que frente a cualquier corte no pueda discurrir mi sangre. Porque sé: la sangre es vida. Humanidad. Pero no me preocupo. Los resultados de los análisis dieron perfecto. Será estrés, serán los nervios. Será la vida que transcurre mientras busco la certeza de que ganaré. 


Pero algo crece, no puedo dominarlo, está cubriendo mi piel, son placas de metal, una enfermedad extremadamente extraña, según los doctores. No existe cura. No existe alivio. No soy un robot. 


Mi cuerpo en su totalidad es habitado por las placas de metal. No puedo salir. No puedo caminar por las calles que antes me refugiaban. Somos yo y la computadora. Mi única ambrosía. El espacio que me libera del mundo y su miseria, pero también del mundo y su belleza. Apenas puedo teclear. El metal es duro, peligroso, cuya fealdad aleja a los más cercanos. Voy a ganar. No soy un robot.