ET heavy metal


Sí, finalmente había vuelto a su planeta­. Ayudado por sus amigos humanitos, con esa bicicleta mágica que voló cruzando la luna brillante. Así lo creyeron.

Pero lo que nadie supo es que la nave espacial donde viajaba ET sufrió un desperfecto técnico, en simples palabras, algo pasó, un engranaje o un mecanismo maldito que los obligó a un descenso inesperado. En una tierra muy diferente a los Estados Unidos. Una tierra sin la Asociación Nacional del Rifle. Pero con Mac Donalds y Starbucks, como lo supo después.  

Otra vez ET estaba solo. Sus compañeros alienígenas perecieron en el desafortunado aterrizaje. La nave quedó hecha fragmentos, luces titilantes y una llama que, lentamente, devoró su esqueleto metálico.

Otra vez ET estaba solo. A metros del desastre, cerca de un baldío, que cruzó despacio, pues estaba infectado de plantas pinchudas. Claro que no salió ileso. Cada paso era el paso de un faquir atravesando una alfombra de alfileres. Se sentía débil, cansado y hambriento.

A lo lejos pudo divisar una casa antigua, venida a menos. Reflexionó largo rato antes de iniciar algún movimiento. Pero las entrañas le rugían del hambre y sus pies comenzaron a sangrar. No volvió a pensar. Se acerco despacio. Tocó la puerta y esperó. Abrió una mujer grandota, de ojos profundos y verdes, con una remera negra que decía: Almafuerte. La mujer no tardó en reaccionar como era esperable. Cayó de bruces al piso mientras ET abría los ojos como dos piñatas. Se arrodilló junto a ella. Sacó su famoso dedo, cuya yema se asemejaba a una luciérnaga, pero no de esas que habitan cada tanto en la ciudad, sino de esas que viven en la selva profunda, redondas y visibles a varios metros. Tocó a la mujer en el sexto chakra durante unos minutos hasta que los ojos verdes volvieron a brillar. Ella se levantó como pudo. Se refregó los ojos para cerciorarse si era la marihuana o estaba teniendo una alucinación psicótica. Pero por mucho refregarse, por mucho cuestionarse el estado de una grave neurosis o de un brote psicótico, el extraño ser seguía allí. También recordó que el día anterior había visto nueve horas del Señor de los Anillos. ¿Sos Gollum?, le preguntó. ET respondió: Toddy. La mujer, que se hacía llamar Pinky, comprendió perfectamente el mensaje. Con ademanes de ritual invitó al extraño a pasar.

La verdad es que ET no entendía nada de lo que Pinky le decía. Como por ejemplo, somos seis los que vivimos en esta casa, El Rengo, Raúl, Matías, Drácula, Lía y yo, Pinky. Tenemos una banda de heavy metal llamada Cirse, como la hechicera que mantuvo cautivo a Ulises en la Odisea.
-Toddy. Volvió a decir.
-Bueno, hagamos una cosa… en casa tenemos las Toddy… esas que tienen altas chispas de chocolate, con eso bajoneamos de lo lindo… en fin, si estoy soñando, ya despertaré o iré al Moyano directamente… pero vení, sos bienvenido.

Y ET cruzó un pasillo. Con pasos lentos pero firmes. Siguiendo siempre la espalda robusta de Pinky, que lo llevó hasta una pequeña sala, con unos sillones maltrechos, mesa ratona de los setenta y posters por todos lados. ET señalaba las imágenes y decía: Toddy. Pinky reía con las manos enlazadas sobre la panza.
-No es Toddy, chabón… es Ricardo Iorio. Alto bajista, alta voz, alto mensaje, loco… “Sé vos”
ET miraba con extrañeza.
-Che, Gollum, vamos a la cocina.
-¡Toddy!
Esta vez Pinky encerró la risotada en una botella de vidrio, recordando quizá a Druppy y al Lobo Feroz.
-Ponete cómodo. Ahora en un rato va a caer alguno… igual acá somos veganos y vegetarianos… así que no te asustes, Gollum.

La noche fue a puro chocolate, cerveza negra, helado y por último, papas fritas de paquete. Cuando ET se dio cuenta que un bocado más significaría la muerte, intentó con señas manifestarle a Pinky que necesitaba dormir. Extrañamente, Pinky le entendió.
-¿Sabés por qué te entiendo? Porque además de ser baterista, tiro las cartas, el Tarot de Marsella, chabón, no sabés cómo te abre la percepción… mañana si querés te las tiro, si es que todo esto no es un sueño.
-¡¡Toddy!!
-No chabón, te vas a intoxicar y no da que llame a una ambulancia. Te voy a dejar en la pieza de los chicos… a ver, repetí conmigo…
-Toddy.
-No, Toddy, no. Los chicos son: El Rengo, Raúl, Matías y Drácula. ¿Entendiste?
-ET go home.
-Uy, no, yo de inglés, boludo, no sé un carajo. Mejor habla con Raúl que sabe.

La habitación era espaciosa. Aunque algo desprolija. En el suelo, pantalones, bóxers, botellas de cerveza, forros, corpiños... Pero claro que ET no comprendía que era cada cosa, por eso se extrañó que al hacer un globito con lo que había encontrado Pinky gritara de ese modo y rápidamente le secase los labios con un trapo húmedo.
-¿Te va el sofá?
-Toddy.
-Todo bien, pero ya basta de Toddy por favor, acóstate tranquilin… mañana será otro día…
Le dio un beso en lo que ella creyó era el cachete, dejándole una marca de ruge rojo intenso.

-¡¡¡Pinky!!!
-¡¿Qué querés, Rengo?!
-¿Es un muñeco para asustarnos, garca?
-No. Y por lo visto no fue una alucinación. ¿Vos fumaste pinito también?
-¿Me estás cargando, boluda? ¡Si sabés que yo no fumo! ¡Soy Bipolar!
-Ya te dije ochenta veces, Rengo, que te saqués de la cabeza lo de Bipolar. Todos somos bipolares, multipolares, la sociedad misma es Bipolar. Éxito o fracaso, lindo o feo… ¿tengo que seguir?
-No, gracias, Licenciada Pinky, muuuuchas gracias. ¿Me explicás lo del muñeco?
-No es muñeco, es un extraterrestre. Y sólo sabe decir “Toddy” o “ET go home”.
-¿Es un chiste, no?
-Dale tiempo a que se despierte y vas a ver.

Se oyó un grito abismal. Bajó corriendo las escaleras Drácula. Pinky lo observaba y se reía.
-Al final… puro bla bla lo tuyo. Dijo Pinky.
Drácula se dio cuenta de que estaba desnudo. Se tapó el sexo, roja la cara.  Se puso de cuclillas en el comedor y lloró. Sus amigos lo consolaron. Es inofensivo, Drá, lo único malo es que se comió todas las galletitas Toddy, dijo Pinky. Drácula lloró con más fuerza, hasta caer rendido sobre el sofá verde­.

         Por la tarde bajaron Raúl y Matías. Lía, como siempre, la bella durmiente.  También bajo ET ataviado en una bata roja, que tenía bordada en la espalda “Cirse”.

Los tres se sorprendieron frente a la reacción de Raúl y Matías. Sobre todo porque Matías creía que los ovnis eran malos y que en cualquier momento dominarían la Tierra. Aunque siempre decía: prefiero que nos invadan los extraterrestres y no los yanquis. Y en ese punto, los seis estaban de acuerdo.

-Dale, ET, mostrá lo que te enseñé. Dijo Raúl.
El pequeño ser, panzón, de ojos celestes, piernas cortas y cara de Lita de Lazari (después de una aguda cirugía) tenía las manos detrás, en la espalda.
-Dale, amigo, que es groso lo que hacés. Volvió a recargar Raúl.
Por primera vez ET se sonrojó y luego, se puso bordó cuando apareció en el comedor la bella durmiente, Lía, haciendo alarde del mote por su larga cabellera rubia y las facciones de una muñeca de porcelana. ET la miró con ojos hambrientos y una extraña sonrisa que no dejaba ver sus dientes.
-¡Dale, amigo! Insistió Raúl.

         Como si fuera un nene, despacito, sacó las manos de su espalda y les enseñó una flauta dulce de madera, pintada de fucsia y con dibujos guaraníes. ET se sentó en un banquito. Tomó aire. Y a continuación, el silencio del comedor fue invadido por un torrente melodioso con gusto norteño, sin embargo, ET nunca había estado en el norte de Argentina. Pero cada músculo de su cara exótica acompañaba el tema, mientras sus ojos se abrían intensamente y se cerraban de la misma manera. Sus dedos ágiles se convertían en madera, con sus piernas daba pequeños movimientos cuando la  melodía lo ameritaba y daba a veces también patadas con dureza sobre el piso, como en un intento de ser raíz, en un mundo que no le pertenecía pero que aún así le estaba revelando la belleza. Así lo comprendió ET. Se olvidó de las guerras libradas por los yanquis, se olvido de los numerosos homeless que vivían en túneles, de la deforestación de los bosques, de la televisión y los créditos para volverse cada vez más idiota, se olvido de los científicos capaces de destripar un alma en función de una investigación que no lograría nada, porque el cáncer, porque el sida, no eran parte del mundo de ET. Y si hubiese alguna cura sería patrimonio de unos pocos. Con cada aliento en su flauta, se llenaba de imágenes, que pasaban como nubes, porque él sólo observaba mientras tocaba el instrumento, y las imágenes se fueron  convirtiendo en seres que él no conocía, un águila, un puma, una liana, una liebre, un grillo.  

Cuando terminó, los seis tenían los ojos como Sailor Moon, la boca abierta para que cualquier mosca encontrara su lugar en el mundo. Finalmente llegaron los aplausos, los abrazos, las palmadas de “vas bien”. Y empezó la propuesta, cómo combinar el heavy metal con la flauta dulce. Lía tiró el ejemplo de la banda Sphongle, aclarando que era una banda de música electrónica y psicodélica. Bien lejos del Heavy  Metal. Matías mencionó que muchas bandas heavy utilizan gaitas para lograr un sonido más sofisticado, entonces, ¿por qué no hacerlo con la flauta? Los siete asintieron en simultáneo. Digo siete porque para esa altura ET ya sabía más palabras y expresiones del castellano, gracias a la paciencia de Raúl.

Los ensayos duraron alrededor de tres meses. Cirse se presentaría en el teatro Vorterix. Lo único que preocupaba al grupo era pensar de qué manera ET podía camuflarse, sabiendo que si caía en manos equivocadas, no sólo no volvería a su hogar sino que sería confinado a una pecera sin agua, como esa de la película Splash, donde la sirena era presa de científicos que la observaban morir lentamente en la pecera de agua salada. Nadie se atreva a tocar a mi ET, le cantaba Raúl al extraño ser. Éste sonreía. A veces lloraba porque Lía le contaba de la corrupción, de la codicia de algunos, de los hermanos que morían de frío en la calle. -Todos los países tienen hambre y miseria, pero al menos la Argentina no está en guerra con nadie ni aspira a estarlo, no somos imperialistas y eso es mucho decir. Dijo Lía. 

Durante ese tiempo, ET no volvió a decir Toddy sino Faso y en vez del típico ET go Home, decía ET es heavy metal.  Y así fue que la noche del 9 de julio, en el Teatro Vorfterix, encontró una nueva Cirse, con siete integrantes y uno de ellos, disfrazado de extraterrestre. Un virtuoso de la flauta dulce, con dosis exactas para cada acorde de la guitarra principal y de las guitarras rítmicas, cada seducción del bajo, cada golpe de batería, cada grito de Lía.  

Definitivamente: ET es heavy metal.