Agua
repetida
Hace tres días que lo veo desde mi ventana. Las válvulas se abren, la combustión del
carbón comienza y la casa se desplaza, acercándose al río. Es por la noche
cuando aparece. No he visto su cara. Sino su espalda desnuda, su cola, sus piernas.
Cumplir el ritual escalofriante. La caminata lenta hasta el río, el agua que
llega a su cintura, los minutos donde queda inmóvil y luego, la sumersión.
Final, definitiva, asfixiante para mí que soy su espectadora. Sin entender por
qué a mí se revela. En su repetición pareciera abrirse y mostrarse cada vez
más.
No está solo, por primera vez: un hombre a cada lado. Vestidos de oscuro impermeable, sombrero de aviador. Parecen gemelos. Debajo de sus goggles de cuero, bigote inglés, boca pequeña. La misma estatura corta. La misma sonrisa perversa cuando toman al visitante del cuello y lo sumergen.
Ahogo mis gritos en los pliegues del vestido, desajusto los lazos del corsé. Siento algo en mi pecho, asfixia. Me acerco a la ventana. Desde el agua, los dos hombres me miran.
No está solo, por primera vez: un hombre a cada lado. Vestidos de oscuro impermeable, sombrero de aviador. Parecen gemelos. Debajo de sus goggles de cuero, bigote inglés, boca pequeña. La misma estatura corta. La misma sonrisa perversa cuando toman al visitante del cuello y lo sumergen.
Ahogo mis gritos en los pliegues del vestido, desajusto los lazos del corsé. Siento algo en mi pecho, asfixia. Me acerco a la ventana. Desde el agua, los dos hombres me miran.
El origen de la repetición
Se retuerce en
la alfombra. Sus raptores se miran entre sí. Le dan unos minutos para que se
incorpore. No se lamenta ni grita, transita los tormentos con entereza y la
mirada viva, como si planeara algo.
Lo dejan sin ropa y dormido, en el asiento del coche. Los caballos son dos figuras de acero y madera, que relinchan con el sonido de tic tac, tic tac. Avanzan en la noche hasta llegar al pueblo de las nubes, un territorio que bordea el río, cuyas casas voladoras, pequeñas y escasas, dibujan una capa espesa de humo. La brisa apenas es un murmullo entre los árboles gigantescos, interrumpida por los conjuros de la víctima.
Lo llevan despacio hacia el agua. Sólo una casa frente a ellos, comida por la oscuridad, es testigo cuando los hermanos lo toman del cuello para sumergirlo. Oyen un grito. Esperan impacientes, ya liberados del cuerpo. Una cara femenina aparece, desde el otro lado del vidrio. Rápidamente ingresan en la casa. No tardan mucho en dar con la mujer y su revólver. Uno de ellos cae herido, el otro hiere a la mujer en el pecho y luego cae, también inerte sobre el piso. Se oye el hechizo de un hombre.
Lo dejan sin ropa y dormido, en el asiento del coche. Los caballos son dos figuras de acero y madera, que relinchan con el sonido de tic tac, tic tac. Avanzan en la noche hasta llegar al pueblo de las nubes, un territorio que bordea el río, cuyas casas voladoras, pequeñas y escasas, dibujan una capa espesa de humo. La brisa apenas es un murmullo entre los árboles gigantescos, interrumpida por los conjuros de la víctima.
Lo llevan despacio hacia el agua. Sólo una casa frente a ellos, comida por la oscuridad, es testigo cuando los hermanos lo toman del cuello para sumergirlo. Oyen un grito. Esperan impacientes, ya liberados del cuerpo. Una cara femenina aparece, desde el otro lado del vidrio. Rápidamente ingresan en la casa. No tardan mucho en dar con la mujer y su revólver. Uno de ellos cae herido, el otro hiere a la mujer en el pecho y luego cae, también inerte sobre el piso. Se oye el hechizo de un hombre.
Fueron escritos y publicados para el subgénero propuesto: Steampunk, de la Revista Digital MiNatura.