Todosnosdeliramosalgunavez


Caminaba, escuchando David Bowie. Vibrando en la velocidad de Av. Sante Fe. Un lunes por la mañana. Ni el tráfico ni el cemento podían interrumpir el preguntarme si hay vida en Marte.  Y entonces me detuve. Volví unos pasos atrás. Ella estaba acostada en la vereda. Miraba hacia arriba, con la cabeza sujetada por un edificio. El pelo enmarañado y gris profundo. Las manos sobre la cara, dibujando quién sabe qué galaxia; con movimientos cortos, sus dedos. Descalza.
Me agaché a poco más de un metro de ella.  Acomodé un auto pequeñito y rojo, y lo deslicé hacia su perfil. Rápidamente, ella me dio la inmensidad de su cara. Y con un movimiento ágil, agarró el autito; luego lo observó, volvió a acomodarlo y lo impulsó hacia mí.