Vete tú José María Muñoz

Por primera vez veo la novela de las 21hs con mi mujer. Ya me dijeron que no diga mujer sino compañera pero a veces no me sale. A veces le llamo mi esposa, tal vez es peor, estoy esposado a su pedido de acompañarla en su novela de las 21hs. Televisa el canal. Maldigo al cable, a la televisión, a los circuitos, a aquello que tenga que ver con una caja enseñando personas, personajes, historias que no me provocan absolutamente: nada.

Comienza. Llora una mujer, la música está dispuesta a que corte mis venas. Aparece otra, le dice, no sufras tú, María José. Río, quizá por primera y última vez, mi nombre es José María. La música continúa, perseverante el llanto de María José.

Propaganda. Zanahoria y ruedita para correr. Nunca les creí en el all-inclusive, préstamos ni los dientes blancos de Shakira. Cierro los ojos, tapo como puedo mis oídos. Como puedo. La teve carga una voz más poderosa que la de la de un cantante de heavy metal.
La dama y la intrusa, se llama el culebrón mexicano. Pienso en Zapata, en Marcos, en las Caracolas, Chiapas, pienso en el México que respeto, pienso que esta novela es simplemente, un chiste, un bufón adulador de un rey que corta cabezas.

Aparece un hombre de porte elegante, vestido de traje gris. No llores, pues María José, no llores, mi amada por siempre. Intento reír pero mi compañera, sí, me cuesta creerlo, dije: compañera. Quizá para menguar el panqueque de crema y dulce de leche que es esta novela. Siempre te amaré, dice el hombre. José María, entre llorisqueos la que asumo protagonista, serás mi sueño por siempre. José María. José María. Trato de reírme, pero a esta verticalidad, no puedo.

En escena, una nueva mujer, anciana, de pelo largo y gris sometido a una trenza. ¿Quién eres?, pregunta José María. Soy María José, responde. No hay risa. No hay sospecha. No hay tiempo. No hay verdades más que tres personajes con mis nombres. Otra mujer, de curvas sedientes de halagos, por no decir, guarradas. Grita. Veté tú José María Muñoz. Es mi apellido. Mi esposa, compañera, mujer, amiga, no repara en que estoy viviendo en la novela.

Un hombre en harapos entra en la sala, rosado y de ventanas grises, cerradas. Pues tengo un secreto para ti, María José, dice con voz estructurada. Yo estoy por tener un ataque de nervios y un corazón que latirá tan rápido, tan hondo, que quizá yo y los protagonistas terminemos internados.

Vete tú José María Muñoz, exige la protagonista. Y me mira a los ojos. Es probable que termine internado.