El sello

El sello no imprime sobre la receta. Ni el número de matrícula, ni el nombre y apellido. Sólo psiquiatra. Una palabra arrojada a la imprudencia de una lluvia hambrienta. El paciente observa como quien abre las puertas de un círculo donde los hombres llevan sus cabezas hacia atrás. El psiquiatra vuelve a intentarlo. Similar resultado, definido en numerosas intensiones de ahogado. El sello imprime. Una matrícula, una profesión. Un nombre femenino. Desde el otro lado del escritorio, el hombre se habita en la voz de una mujer, que solamente él descubre. El sello se imprime, nuevamente. Otra voz. Nuevo el nombre. Voz gruesa, ardiente. Sin embargo, él no alucina con voces o visiones. Su vivencia es de péndulo con frecuencia histérica. Sensibilidad siempre descarrilada. Bipolaridad de una torre a otra y otra. Cada impresión del sello es otro personaje. Cercando. Con dientes que ahuyentan a su testigo. Dientes que lo piensan a sí mismo. El psiquiatra entregado a furias que no susurran crímenes sino que mastican lo único real. Un consultorio. Aquello que no escucha. Un sello que cambia con la bestialidad de una espada dispuesta a no forjarse por fuego. Una receta fundida en mujeres y hombres sin carne sin hueso, desde un lado. Desde el otro, paciente con filas voraces que aúllan al silencio. Intentos de tinta sin suerte de naipe erguido. Demasiados intentos. Demasiados pensamientos de ilusionistas que aprenden a tragar la templanza, que va continuando en libreto feroz. Paciente padece ya sin paciencia mientras cada Plac del sello convoca otra voz en su cabeza. Ahora infantil. Ahora de joven desarmado. Ahora de mujer sin dados. Ahora, un anciano montado sobre jueces. Plac. Plac. Plac. Medallas para voces que dislocan músculos. Psiquiatra sin visión, salvo para impresiones que se fortalecen en dolor ajeno. El mundo grita podios para los fuertes. El Cosmos ofrenda la caída de una hoja otoñal en su danza final; para los débiles. Corroen las palabras. Identidades de sol sin dignidad. Balbuceos serpenteando. Plac. Plac. Plac. Desconocidos con entonaciones tímidas o feroces. El sello va desuniendo la madeja sin intención de volver a unirla. Novato en juegos sin control. Paciente sin hablar porque tal vez algo encontrará en cada Plac. Algo para qué, algo para negar. Plac. Plac. Plac. Plac. Una mujer gastada en pasado. Una mujer gastada en futuro. Un chico con ánimo de encierro. Un hombre que conoce demasiado y sabe muy poco. Y su psiquiatra, para el intento de demoler monstruos, que ahora percibe. El sello imprime sobre la receta, el nombre de su paciente.