Agua


Dijo que quería sentirme.  Primero. Después, la crudeza. Estoy de novio, amo a otra. Me quedé en silencio, tapé mis ojos con mi brazo. Así estuve largo rato. Los músculos del cuello comenzaron a tirar, endureciéndose.  ¿Cómo podés amar a una mujer si en tu cama, desnuda, está otra? Vos no sos otra, sos vos. En mí, el placer recibido mezclado de algo agrio, oscuro. ¿Por qué no me dijiste antes? Porque soy un egoísta, fue su respuesta. La historia se repetía. Otra vez compartía su vida junto a otra, que no era yo. No estaba tan distinto. Habían pasado más de tres años. Su barriga había aumentado, también su fama de escritor. Esta última se ocupó de dejarla en claro. Al verlo, me di cuenta lo diferentes que somos.  Yo no aspiro a vivir de mi poesía, sólo quiero ser yo misma, tímida, colgada, resistente a algunas posturas y caminos.  Él es su escritura. No hay nada por encima de ella, ni siquiera yo.

Fumé lentamente un cigarrillo, seguía acostada. Él iba de un lado a otro ocupándose del mate. Yo también había esperado ese momento, pero sentía que en esa batalla naval, yo daba al agua. Porque era un batalla, entre lo que pensaba, lo que sentía y el afuera que tenía una cara femenina, traicionada.

Unos minutos más tarde me fui. Mientras caminaba por San Cristóbal comenzó a dolerme la cabeza. Cuando llegué a casa, escribí un poema para él y me acosté, dolorida y sola.





Fotografía de Man Ray